Aunque actualmente este concepto ya es más común, no podemos asegurar que todos tengan información suficiente al respecto, y, por lo tanto, todavía no reconocemos si uno mismo es uno de ellos o estamos tratando con alguien así.
A continuación, con la autorización de la persona, relato un testimonio acerca de su experiencia como “rescatador”…
“Me gustaba ofrecerme continuamente para solucionar situaciones sencillas como traer los refrescos, el pastel o botanas de una fiesta, si al encargado de ello se le había olvidado, llevar o recoger a alguien, si no tenía auto, no me importaba la distancia. Poner casi siempre mi casa para las fiestas o reuniones, prestar ropa aun cuando no me lo pedían. Hacer regalos sin motivo, invitar a personas solitarias, justificar actitudes tóxicas, ir a lugares que no quería, me costaba decir no, dar opiniones contrarias a lo que pensaba, quedarme callad@, conseguir empleos, dar consejos y solucionar problemas que no me atañían, etc.”
“Creo que rebasé algunos límites, pero no me daba cuenta de ello porque para mí era un “placer ayudar”.
“Claro que cuando yo no era correspondid@ de la misma manera, me sentía injustamente tratad@ e internamente lo reprochaba, pero nunca reclamé, porque no me atrevía a que alguien juzgara que era egoísta o que lo hacía para obtener reconocimiento”
“Tuvo que pasar mucho tiempo, experiencias y sobre todo terapia, para darme cuenta de que mi conducta no era “normal”; Para empezar a indagar qué había detrás, o más bien dentro de mí, que me hiciera ser de esa manera. Porque yo lo veía como “ayudar al prójimo” y me satisfacía, me hacía sentir bien, aunque a veces representara un sacrificio.
¿Qué podría haber de malo en ello?
Si después de no obtener la misma respuesta de los demás hacia mí, yo sufría… no era mi problema. Era el de los demás por ser tan ingratos.
Una situación personal muy dolorosa donde no pude ayudar para resolverla, me llevó a buscar ayuda pero para la ¡La otra persona!
Cuál sería mi sorpresa que al poco tiempo de la terapia, me dijeron: ¡Tú eres el problema! La solución está en ti y no en los demás…
Me costó trabajo entenderlo y hacerme consciente que lo que yo disfrazaba (inconscientemente) con mi imagen de “buena gente, la disposición y el sacrificio en persona” en realidad escondía un vacío, una herida que no sanaba.
Que buscaba cariño…
¿POR QUÉ SENTIMOS EL DESEO DE RESCATAR?
Cuando esto no nos provoca sacrificios extremos, angustia, rechazo de los demás (por metiches) coraje si no hay reciprocidad; cuando es en afán de ayudar genuinamente sin esperar recibir algo a cambio, podemos considerarlo como una virtud porque intentamos proteger a los demás, porque queremos apoyar alguna causa y sabemos que contribuimos al bienestar de todos con ese servicio.
Gracias al rescate podemos crear mucha felicidad, pues es una actividad humanitaria con la que ayudamos a personas necesitadas de alimentos, cuidados médicos o refugio. Muchas personas requieren esta ayuda, pues no pueden afrontar por sí mismas las situaciones o las injusticias a las que se ven sometidas.
Sin embargo, cuando es porque nos gusta sentirnos necesarios porque vemos a los que nos rodean como personas indefensas, incapaces o nos sentimos en la obligación de cuidar de alguien que debería cuidarse por sí misma, con lo que los libramos de sus responsabilidades y les impedimos que tomen sus propias decisiones y encuentren su camino, estamos ante un “foco rojo” una alerta de que “no es por ahí”.
También porque sintamos culpa, por una fuerte necesidad de ser aceptados o porque fuimos educados en la creencia de que hemos de hacer todo lo posible para que nuestros semejantes sean felices anteponiéndolos a nosotros mismos, nos encontramos con o somos RESCATADORES EMOCIONALES.
Incluso podemos encontrar a quien utiliza el rescate como un instrumento rentable, en la medida que los rescatados se quedan en deuda con su rescatador.
El Rescatador Emocional se define como la tendencia a “ayudar por encima de nuestras posibilidades; es lo que se denomina Síndrome de El Salvador: Una dinámica muy habitual en las relaciones en la que una de las personas adopta el rol de cuidadora, autoconvenciéndose de que no solo puede, sino que debe solucionar los problemas de los demás”.
Sin embargo, cuando rescatamos a quienes no lo necesitan, generamos una dinámica destructiva que perjudica tanto al rescatador como a la víctima, quien se pone en manos de quien le pueda proteger y hacerse cargo de su vida.
Asimismo, el rescate no deseado va destruyendo la iniciativa y el poder personal de la víctima, quien va teniendo sentimientos de indefensión, egoísmo y dependencia. Mientras que con el tiempo, la ira y el resentimiento se disparan en el rescatador, pues se da cuenta de que hace cosas para los demás que no le corresponden.
Y ENTONCES COMIENZA “LA BATALLA”
El coraje y la frustración, que se da en ambos sentidos, acaba introduciendo un nuevo rol en la relación, el perseguidor, que se dedica a juzgar, criticar, predicar y hasta castigar.
“Como ya sabes que yo compro los víveres y hago la comida, ahora que estoy enferm@, te fuiste al restaurate y yo aquí esperando aunque sea un plato de sopa”…
“¿Qué tal si yo no saco la cita médica? Te estarías muriendo del dolor… Solamente yo me preocupo por ti…
“Voy a buscar a mi herman@ a la cantina y luego le saco la cita con el psiquiatra” Ni siquiera para eso sirve…
“Rescatador, perseguidor y víctima, son los tres roles destructivos que Karpman identifica en los juegos en que participamos con nuestros semejantes. No son posiciones fijas, pues los roles se van alternando entre las diferentes personas que participan en el juego y estas van sucesivamente pasando por las posiciones de víctima, a perseguidor y a rescatador”
No es fácil salir de este triángulo, pues cuando intentamos actuar de forma diferente acabamos cayendo en otro de los tres roles, pero un primer paso es reconocerlo.
Si quieres romper con este triángulo nocivo, solo tienes que dejar de rescatar, dejar de perseguir y dejar de ser víctima.
Aprende a vivir y dejar vivir, a soltar, a quererse a sí mismo y a los demás estableciendo relaciones sanas.
Finalmente, pero no menos importante, busca ayuda profesional….
Como siempre, me pongo a tus órdenes por si tienes preguntas al respecto y también te recuerdo que estoy abierta a tratar sobre algún tema en específico sobre el cual, quieras saber más. Igualmente, te sugiero que busques ayuda profesional que te apoye en un proceso de autoconocimiento, sanación y desarrollo personal.
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Si deseas tener terapia psicológica conmigo, transformar tu mente, así como romper con los bloqueos o limitaciones que te estén haciendo difícil avanzar, conseguir el éxito y bienestar que quieres para tu vida, contáctame también a través de mi WhatsApp: https://wa.link/u7yt18
Será bienvenido cualquier comentario de tu parte, estaré feliz de escucharte y/o leerte.
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Dra. Cristina Amézaga
Psicoterapeuta e Hipnoterapeuta
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