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¿INFANCIA ES DESTINO? HERIDAS EMOCIONALES

Foto del escritor: Cristina AmézagaCristina Amézaga

¿Sabías que tu manera de ver el mundo, de interpretar la realidad, de ver y percibir las situaciones, lo aprendes en la infancia?


El contexto en que nacemos influye de gran manera en nuestra forma de pensar y actuar a lo largo de nuestra vida. De ahí la frase de Sigmund Freud “la infancia es destino”. Sin embargo, aunque no hay duda de que las experiencias infantiles marcan la personalidad, para algunos autores y en lo personal, esto no debe tomarse como una sentencia fatalista.

Si bien a todos nos afecta positiva o negativamente el contexto en que nacemos no todos reaccionamos o vivimos las situaciones de la misma manera, por lo tanto, su influencia es diferente en cada uno de nosotros. Por ejemplo, no todos los hijos de padres alcohólicos son alcohólicos o en el otro extremo, no todos los padres exitosos tienen hijos exitosos.

Y esto tiene que ver con la resiliencia: que es la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, a adaptarnos, superar y transformar el dolor en una fuerza motora que nos permita fortalecernos.

No obstante, en el desarrollo de nuestra personalidad tiene mucho que ver, a veces determinantemente, el estilo de crianza en que nos desenvolvimos de pequeños. Es decir, si nuestros padres o cuidadores fueron autoritarios, democráticos o permisivos vamos a responder de diferente manera a las circunstancias de la vida.

En este escenario, cabe destacar que, como ya se ha dicho antes, desafortunadamente no hay una “escuela para ser padres perfectos”. Que si bien algunos están más informados que otros, la mayoría hacemos lo mejor que podemos en las circunstancias que nos toque vivir.

Y asimismo, por mucho que se esforzaran nuestros padres o cuidadores, por mucho que nos quisieran, se podría afirmar que todos tenemos “heridas o huellas” que nos “marcan” y suelen crearse en nuestro hogar.



¿Qué es una herida emocional?

Es un hecho que todos tenemos, en menor o mayor grado, “heridas” de nuestra infancia.

Para contestar esta pregunta, te invito a imaginar un acontecimiento que te produzca una emoción intensa, por ejemplo, dolor, rabia, soledad, ira, miedo o tristeza, y que no logras resolverlo de forma adecuada.

Esta vivencia que representó un problema para ti, pero que no pudiste solucionarlo dada tu corta edad y al ir creciendo pensaste que con el tiempo se resolvería deja una cicatriz que se evidencia en la actitud y la personalidad de quien lo padece, pues el sentimiento doloroso reaparece ante situaciones similares a las que las provocaron o las que tú interpretas desde ese dolor. Al no poder lidiar con el sufrimiento que te provoca (el cual muchas veces es inconsciente) tu respuesta es inapropiada; es posible que hieras a las otras personas o a ti mismo, seas agresiva, celosa, sumisa, dependiente o distante, entre otras cosas.

A diferencia de las heridas físicas que tienen un periodo de recuperación, las emocionales pueden arrastrarse toda la vida si no las enfrentas.

Cuanto más tiempo se espere en sanarlas el estado emocional se irá deteriorando cada vez más; esto generará más agresividad, ira, desconfianza, culpa o soledad, etc.

Cuando esa emoción intensa se fija en tu interior, se va creando una herida emocional. Si no tenemos las herramientas necesarias para afrontar estas emociones, ni los acompañamientos adecuados, corremos el riesgo de “acostumbrarnos” a sentir estas emociones intensas y no resolverlas.

1. Herida del abandono

Esta herida se abre cuando nuestras necesidades afectivas en la infancia no han sido cubiertas durante un tiempo prolongado, por lo que hemos podido experimentar soledad, falta de afecto o desprotección.

Las personas que tienen está herida abierta pueden intentar obtener el afecto que les ha faltado en la infancia, en sus parejas, amistades o hijos, pudiendo desarrollar dependencia emocional. También pueden mostrar ese miedo al abandono utilizando mecanismos de protección para no conectar realmente con las personas, y así evitar ser abandonados. Son los dos extremos de la misma herida.



2. Herida del rechazo

Esta herida se abre cuando nos hemos sentido rechazados en nuestra infancia. Puede que no hayan aceptado nuestros pensamientos, sentimientos, vivencias o formas de actuar, en definitiva, que no nos aceptaron tal como éramos. Esto va generando la idea de que no somos dignos de amar ni de ser amados, y nos puede llevar al autodesprecio.

Las personas que tienen está herida abierta tienen dificultad para aceptar una crítica y sufren mucho cuando alguien no acepta su idea o propuesta. Suelen esforzarse para obtener el reconocimiento y aprobación de las demás personas. También pueden evitar el sufrimiento que les produce el rechazo, evitando las relaciones interpersonales.




3. Herida de la humillación

Esta herida se abre cuando experimentamos muchas críticas en nuestra infancia, con mensajes negativos relacionados con nuestra manera de hacer las cosas, cuando critican nuestra capacidad o nuestras habilidades. También cuando hacen las cosas por nosotros. Esto termina haciéndonos sentir inútiles e incapaces, inseguros de nosotros mismos y de nuestras ideas y pensamientos.

Las personas que tienen está herida abierta muestran una autoestima frágil y vulnerable, suelen depender de la imagen que tienen las demás personas de ellas, necesitando su aprobación y reconocimiento constante. Para esto suelen mostrarse complacientes hasta el punto de anularse, e incluso pueden llegar a ridiculizarse a sí mismas, porque en el fondo se consideran inferiores, indignas o menos valiosas de lo que son en realidad.

4. Herida de la traición

Esta herida se abre cuando hemos tenido experiencias en la infancia de haber sido engañados porque nuestros padres o cuidadores principales no cumplieron lo que nos prometieron. Esto pudo haber sido algo puntual, pero importante, o puede haber sucedido en muchas ocasiones, generando desconfianza y soledad.

Las personas que tienen está herida abierta suelen tener problemas de confianza en sus relaciones interpersonales, y para compensar esto, necesitan “controlar” porque les da seguridad, así hay menos probabilidades de ser traicionados.

5. Herida de la injusticia

Esta herida se abre cuando la educación que se ha ejercido con nosotros ha sido autoritaria, imponiendo los puntos de vista de nuestros padres, pero sin tener en cuenta nuestras necesidades o nuestros intereses.

Las personas que tienen está herida abierta suelen tener rigidez mental, y esto lo muestran en sus opiniones y juicios de valor que expresan como verdades absolutas. Suelen tener dificultad para aceptar otros puntos de vista, y tienen tendencia al orden y al perfeccionismo.


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Dra. Cristina Amézaga 

Psicoterapeuta e Hipnoterapeuta 

IG: @cristina.amezaga.hipnosis 

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