Esta época de Navidad ha sido especialmente difícil para la mayoría de las personas. Si ya de por sí antes de la pandemia, para algunos estas fechas no eran tan felices por diversas cuestiones como son el hecho de extrañar seres queridos, personas que partieron o se encuentran lejos, dificultades económicas o temas de salud, ahora eso se agudiza por la crisis que estamos viviendo.
El miedo, la ansiedad y otras cuestiones psico-emocionales como el que hoy voy a tratar en este escrito, el cansancio emocional, también se han agravado y mucha gente no los reconoce como causa que afecta la calidad de vida.
Si nos estamos desenvolviendo en un entorno con exigencias agobiantes familiares, sociales, económicas, laborales o de salud, como en este momento, empezamos a sufrir un desgaste emocional que se manifiesta en síntomas orgánicos y funcionales.
Como estos son físicos, generalmente los atribuimos a las actividades que realizamos diariamente. Perdemos de vista la importancia de la influencia que tiene la salud emocional y social en nuestro desempeño.
El cuerpo nos “habla” y no lo escuchamos. No atendemos las señales de alarma, porque no podemos, no les damos importancia o encontramos pretextos y lo dejamos para después.
Así, nos acostumbramos a soportar un cansancio físico constante. Por la mañana, con gran esfuerzo abrimos los ojos y tenemos la sensación de que tenemos que enfrentar un arduo día.
Contradictorio que parezca, una persona con agotamiento emocional tiene dificultades para dormir. La mente (o la loca de la casa como le dicen algunos) no descansa. Durante la noche aparecen pensamientos repetitivos y pareciera que es el mejor momento para recordar y encontrar solución a los problemas. Obviamente esto hace que sea difícil conciliar el sueño.
Otras características del cansancio emocional son
La irritabilidad. Hay molestia y pérdida del autocontrol, con cierta frecuencia. La persona agotada se ve de mal humor y es demasiado sensible a cualquier crítica o gesto de desaprobación.
Falta de motivación. Quien sufre de agotamiento emocional comienza a actuar mecánicamente. Como si estuviera obligado a realizar lo que hace todo el tiempo. No siente entusiasmo ni interés por sus actividades.
Distanciamiento afectivo, o por el contrario, tener reacciones extremas. Las emociones comienzan a ser cada vez más planas como si en realidad no sintieras prácticamente nada o puedes llorar por cualquier cosa.
Olvidos frecuentes. La saturación de información y/o de estímulos da lugar a fallas en la memoria. Se olvidan con facilidad las pequeñas cosas.
Dificultades para pensar. La persona siente que se confunde con facilidad. Cada actividad le implica un mayor gasto de tiempo que antes. Se razona lentamente.
¿Qué hacer cuando tienes algunos o estos síntomas?
Por supuesto lo principal es prevenirlo a través de la información, ya que en muchos casos llega al punto de parecer ser algo normal, pero más tarde genera conflictos. Lo ideal es partir de acciones, tales como:
No tratar de controlar lo que te rodea, usa esa energía para descubrir la causa de tu agotamiento (si necesitas más ayuda acude a un profesional de la psicología)
Reconocer cómo te sientes (es muy recomendable llevar un diario)
Crear una rutina que mantenga sanos nuestra mente y cuerpo. Establecer un horario de tiempo de descanso y de estar despiertos
Detectar qué es lo que te hace batallar para lidiar con tus emociones
Pero no las evites, desarrolla habilidades de afrontamiento positivas como:
Meditar, técnicas de respiración
Salir a caminar diario
Tener un hobby
Tratar de hacer nuevas amistades
Hacer cosas nuevas o que siempre habías querido hacer como cocinar, pintar tu habitación u organizar tu área de trabajo, por ejemplo
Tener pausas saludables
Realizar ejercicio
Regalarte momentos de autocuidado (Alimentarnos e hidratarnos adecuadamente. Acercarte a la naturaleza, tomar el sol, un baño relajante o un masaje, entre otras cosas).
Dra. Cristina Amézaga
Psicoterapeuta e Hipnoterapeuta
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